viernes, 11 de mayo de 2018

LA CUALIDAD Y NO LA CANTIDAD ES LO PRIMORDIAL

   ¿No te has dado cuenta aún qué el que dice tengo que despertar, alcanzar la iluminación, retornar a la unidad, ya se está separando de la luz y del otro? Parece que esa disposición tiene buena intención, más está luchando. El Despertar de la Consciencia no es para uno de forma personal; ya que ese yo que codicia la iluminación es, sin duda, ilusorio. Ahí es donde comienza la Enseñanza Verdadera e Indivisa, esa que facilita la experiencia viva de unicidad si te mantienes constante en la práctica de ver los intereses de tu prójimo como los tuyos propios (UCDM). Entonces, sí, maestro de Dios, advaitín, devoto, yogui, buscador, renunciante... (la palabra para designarlo es lo de menos), has unificado tu aparente voluntad separada con la Voluntad de lo Indiviso..., con Dios, la realidad del Ser, el Absoluto; antes, no, porque, aunque nominalmente así te considerases o consideraran, de facto no lo eras ("No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la Voluntad de mi Padre que está en los Cielos." Mateo 7,21) al no haber entregado por completo tu vida a Lo Inconmensurable para el Perfecto y Eterno Bien de todos (Amor), al seguir manteniendo la motivación de relacionarte especialmente para la obtención de tus intereses particulares (ego).

   Uno puede decir yo quiero el despertar a la totalidad, pero mantiene un yo que lo quiere hacer a su manera. Entonces, en realidad, excluyes a tu semejante. No es una cuestión de yoes, sino de cualidad. Estamos ahondando en la cualidad, porque lo esencial es la cualidad. ¿Te has dado cuenta que la cantidad atrapa, porque tu mismo te has cuantificado? Por ahí, mediante esa actitud de juicio, es imposible despertar a la Verdad Indivisa, pues fundamentalmente te consideras  una cantidad separada. El yo se va de forma particular hacia adentro y fabrica un fuera; donde, entonces, se externaliza persistentemente, porque tiene miedo de su propia idea de separación, que ha fabricado con sus razones personales. Esa es la brecha ilusoria, la herida inexistente -pero dolorosa- que hay que sanar, el error reiterado que ha de perdonarse de una vez y para siempre. La cantidad es el ego. Un ego es muchos; por eso te has ido enclaustrando en tus intereses, aislándote de tus supuestos enemigos, encerrándote en tus razones, desconfiando de lo separado de ti y acusando de tu malestar a todos en vez de asumir la responsabilidad de tus propios pensamientos. A partir de ahí, se dice dos, tres, cuatro, cinco... más, menos, ganar, perder, vivir, morir... No, no, no, y no, jamás ha sido una cuestión de cantidad. Comprende: ¿dónde comienza y acaba el dos, o el tres, o el cuatro...? Ahí es donde comienza y se replica, una y otra vez, tu infierno. Sufres y te quemas horrorizado por el sufrimiento y la congoja, la ira y la frustración. Juzgando hay dos, tres y cuatro, de ésto o de aquéllo, queriendo añadir de éso y restar de lo otro, deseando lo que el prójimo tiene y tú careces, queriendo más porque sino piensas que pierdes, así sólo sufres y acumulas resentimientos. Te cuantificas y te cosificas, para defenderte de un enemigo imaginario por ti fabricado del que ahora desconfías. Todo eso es una ilusión, un ensueño, una pesadilla... una mundo donde cada uno por separado tiene tiene sus propios muchos y pocos, su mejores y peores, sus bueno y sus malo, sus diferencias especiales... una auténtica jungla de conflictos... un cementerio de engreídos deseos, cumplidos o no, convertidos finalmente en polvo y olvido por la codicia de tener razón a toda costa.

 Por mucho que mengües ahí afuera es una ilusión imaginada dentro, donde seguirá habiendo un yo en contraposición a otros; y, un yo, es muchos en su necesidad de autoafirmación especial... Ahí, en la proyección de ti, te disgregas... tienes una nariz, dos ojos, dos manos, dos pies, veinte dedos (en el mejor de los casos); muchas células, muchas neuronas, muchos glóbulos rojos, muchos leucocitos, etc, porque el ego es legión. Así es, siempre, la cantidad comienza por uno llamado formado por un conglomerado de divisiones que a su vez dividen todo lo que percibe. Ése yo no tiene realmente consistencia y se deshace en la Conciencia Indivisa de Plenitud (Cristo, Krishna, Tao, Nirvana, Ser...) en la que lo Creado es inseparable al Creador. Refúgiate en Cristo, en Krishna..., es decir confía sin titubeos en la unicidad y la eternidad, en la santidad del Espíritu... entrégale tu vida, tus cantidades, tus ilusiones, tus deseos y temores, tus esperanzas y límites, todas tus contradicciones; toda tu vida entregada por/para la Verdad... desidentificándote del ego (propio o proyectado en tu prójimo), muriendo a la muerte no temiéndola y expresando resuelto la bendición universal del perdón de todas las ilusiones, sin distraerse con cantidades, yendo a lo esencial, a la cualidad, a lo puro y pleno, y entonces comulgas con la Vida eterna de la creación, indistinta del perfecto Amor de Su Creador. Muriendo al ego ganas la verdadera vida; pero si quieres conservar tu vida personal, entonces la pierdes, porque querer conservar un yo frente al resto, te sigue manteniendo en el doloroso y absurdo sueño de las cantidades y sus aparentes separaciones, en el que nunca habrá suficiente, nunca tendrás suficiente... acumulando experimentarás siempre carencia. Puedes soñar con todos los ídolos imaginables de la abundancia, con todos los becerros de oro, y todos te van a fallar, como siempre ha sido, es y será, cuando te identificas como un yo separado del Amor (el ego), porque la auténtica abundancia está en el compartir la plenitud del espíritu.

   Vuelve a la cualidad esencial de la unicidad y descuantifícate de tus percepciones separadoras. No hay otra, sí o sí, se ha de admitir que uno, como alguien separado, es el fracaso personificado y que, haga lo que haga, irremediablemente fracasará, por muy buena intención que le ponga. Y, ahora, aquí, en este instante santo escogido libremente, comienza el fin de lo que pareció comenzar... la paradoja de las cantidades temporal/formales se desvanece en la inefable cualidad de la Luz del Amor Infinito que el Corazón Indiviso de la Divina Unicidad extiende eternamente en plenitud. Recuerda las palabras de Jesús: "El Padre y el Hijo son Uno" y las de Buda: "Samsara ya es Nirvana"... La soledad nacida de la ilusión de las cantidades es imposible en la unicidad del Ser: en lo interior, lo infinito; y en lo infinito, lo interior. De súbito, el Despertar del tiempo y sus efímeras formas... Iluminación... Renacimiento... Plenitud... Reino de los Cielos... Tao... Nirvana... Verdad... Vida Eterna... Bienaventuranza... Paz de Espíritu... Consciencia... Sat Chit Ananda... Amor.

KHAAM-EL



La esencia de la percepción es imperceptible.
Las paradojas acaban antes de plantearse por su carencia de significado.
Adéntrate en lo incuantificable y saldrás de lo limitado aquí y ahora.




No hay comentarios:

Publicar un comentario