viernes, 29 de septiembre de 2017

LA LIBERTAD DE SERVIR DE CORAZÓN *

   Ser, es ser ahora; no pretender serlo en un futuro. Sed, pues, consecuentes y evitad divagar si queréis tener claridad de pensamiento. Estéis donde estéis, estad conscientes de ser conscientes. No os distraigáis con el parloteo mental de lo personal que ansía poseer y controlar, encadenando a quien sigue su hueco discurso con mil y una aflicciones, y contempladlo todo con la mirada amplia de lo universal; vuestro pensamiento se enderezará y vuestro corazón volverá a amar sin esfuerzo, al dejar de sentirse amenazado por cualquier recelo o imprevisto, trayéndoos tal actitud el don de la palabra certera que se comunica para extender lo indiviso e intemporal del espíritu, dejando de contemporizar con la cortedad de miras de lo mundano. Simple: es correcto no dar pie a lo incorrecto ni darle alas a lo que no quiere volar; no echéis perlas a los cerdos, o seréis vosotros mismos los que provocaréis su pisoteo por la arrogancia de querer ser reconocidos. Sed puros de corazón y veréis a Dios. No hagáis nada por cuenta propia y la vida se os iluminará. Todo va bien cuando no se teme que pueda ir mal, al igual que toda tribulación trae un milagro si se vive con espíritu manso y afán de servicio. No busquéis nunca que el mundo os sirva sino todo lo contrario, sed servidores para vuestro prójimo y la Divina Unicidad os colmará con la experiencia viva de la plenitud del Ser.

   No os comparéis ni rivalicéis. Desear poseer, encadena; servir de corazón, libera. Manteneos en lo esencial y eterno, en lo santo y amoroso, y el resto vendrá por añadidura. Sea cual sea vuestro rol en el mundo, sed. No os despistéis con las seductoras posibilidades del sueño vano de lo personal y manteneos firmes en el camino angosto que conduce a la verdad. No os desviéis de la aceptación, el servicio y la humildad, recordando constantemente que ancho es el camino que conduce a la perdición; así, vuestra acción se enderezará y vuestro corazón amará de veras al sentirse impelido a compartir la inefable dicha de ser Hijos de Dios. Trayéndoos milagrosamente, tal disposición, el don de la manifestación viva de lo esencial, de lo lleno de Amor, de lo impecable, fraterno e infinito y, ya nunca más el titubeo o la indolencia ante la bajedad de actos que buscan provecho particular. Porque, sin duda alguna, es acertado no propalar lo erróneo ni aventar lo tóxico o temeroso. No os preocupéis por el vestido, el salario o los alimentos, permaneced en la paz de espíritu, ¿recuerdas? El resto vendrá por añadidura. Rendid el deseo y el orgullo personal, silenciando al ego, y orad para que lo sin mácula habite en vuestra alma y poder cumplir llenos de fe los mandatos del Amor... decidle a Dios con sincera convicción: -Hágase en mí según Tu Palabra, y vuestra vida cambiará para bien como no puede siquiera llegar a imaginarse. La luz divina os mostrará el rumbo a seguir, desde lo más íntimo y puro de vuestro ser, para servir de puente hasta Él a todos aquellos que lo busquen sinceramente. ¡Regocijaos! Nada puede entorpecer la extensión de la Paz de Dios cuando ésta mora en vosotros por vuestra entrega y devoción. No os demoréis con lo pasajero, sólo trae frustración e ira, cadenas y dolor. Uníos a esa paz más allá de toda comprensión y dadla siempre con largueza, todo escollo en el camino será apartado milagrosamente a vuestro paso hasta alcanzar el Cielo. No temáis, confiad y recordad que al Cielo se entra en comunión con el prójimo. Sed, pues, un leal  y solícito hermano para con él, sea cual sea su condición, y todo os irá bien... todo os conducirá, inexorablemente, hacia la plenitud en la Divina Unicidad.

KHAAM-EL



"El fruto del silencio es la oración.
El fruto de la oración es la fe.
El fruto de la fe es el amor.
El fruto del amor es el servicio.
El fruto del servicio es la paz."

Madre Teresa de Calcuta.




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