miércoles, 23 de noviembre de 2016

ENCONTRARSE CON DIOS +

   Se encuentra a Dios dejando que Él nos encuentre no interfiriendo con nuestras ansias y expectativas especiales. Es crucial no anteponer ningún deseo personal ante lo indiviso y universal. ¿Te levantas por la mañana y lo primero que haces es entregarle el día a Dios? ¿Oras por la noche al acostarte tras la jornada agradeciéndole Su Guía y solicitándole que te siga guiando en los sueños? Si así es, gracias, gracias, gracias, herman@ mí@ en la salvación, eso es. Así los milagros te acompañarán en tu vida devolviéndote, día a día, al Cielo. 

   Nunca es afuera de ti donde puedes hallar el sentido último de la existencia. Para conocer la Verdad y encontrarte con Dios (Lo Eterno e Inefable), has de ir al corazón, a tu propio corazón, para -en el silencio interior- poder contemplar y vivenciar esa esencia indivisible que nos hace uno con lo viviente, trascendiendo tiempos y espacios, historias y circunstancias, opiniones y creencias. En lo íntimo se encuentra lo infinito. No busques, por tanto, en lo finito o te escindirás lleno de angustias y complejidades, olvidando lo obvio, lo sin opuesto, lo que deshace toda paradoja o contradicción, el perfecto Amor de la Divina Unicidad del Ser (Dios).


















   No rehuyas tu sufrimiento; sácalo a la luz sin ira ni resentimiento, con paciencia y honestidad. Admite tu confusión y no sigas sus dictados. Reconoce el error de todos los juicios personales emitidos y busca, más allá de ellos, el perdón. Ahora tus lágrimas serán de esperanza y consuelo, nunca más de temor o desesperación. Sonríele a la vida. Todo el dolor del mundo es un llamado que Dios escucha y responde mediante Su Santo Espíritu, Su intermediario entre las ilusiones y la realidad. Más, sólo puede guiarnos si nos dejamos guiar confiados y felices; sino, con infinita paciencia, espera a que lo elijamos libre y voluntariamente. Sé honesto y no finjas que amas y el Amor vendrá a ti. Estate presente. No escondas el dolor, no lo justifiques ni te pelees contra su rabia con más rabia, sencillamente dáselo a Él con fe. No le digas como ha de ser tu salvación. Déjate sorprender... no le digas dame tal o cual trabajo, una economía más próspera, esa pareja tan especial, o ese premio o reconocimiento que tanto ansías..., no le vayas con blablableos. Ponte a Su entera disposición; simplemente, entrégate de corazón: -¡Oh, Dios! Ayúdame para que Tu ayuda pase a través de mí y mi salvación sea una con la de mi prójimo. Que ninguna palabra que salga de mi boca provenga únicamente de mí, que ningún acto que realice sea sólo para mi beneficio personal, que todo lo que haga provenga siempre de Ti. No sé cómo pedir ésto, por eso se lo entrego a Tu Santo Espíritu que ve más allá de las apariencias que imagino.
   A este llamado Él siempre contesta, porque los otros no eran realmente llamarlo.

   ¡Bendiciones! Encontrarse con Dios es de lo más natural si no lo enrevesamos con artificiosos planes a ninguna parte. Sí, en verdad es fácil dejar de darle significado a la complicación esotérica que cree en la separación, en los encorsetados ritos, en las logias secretas, en cálculos astrológicos o numerológicos, o en la tan engreída como ineficaz magia, si humildemente dejamos de querer tener razón en la injustificable justificación de nuestros egoístas planes especiales. La luz clara del conocimiento universal (el Amor) es, ahora y aquí, para todos en la consciencia una de la vida libre de ansias y temores. Comunicarse con Dios no es muy diferente de llamar por teléfono, las palabras serían como los números del teléfono que marcas para dirigirte a un interlocutor determinado (en este caso Dios), luego esperas hasta que oyes Su Voz (una paz inmensa te envuelve más allá de todo entendimiento) y le dices: -ayuda para que yo no sea obstáculo a Tu plan de salvación. Y de inmediato, Su Respuesta, te muestra la dirección a seguir. Confía. A partir de ahí todo te irá bien, cada paso que des te acercará tanto a ti como a tu prójimo hacia Él. Porque la salvación es comunión; no una cuestión de suma de partes sino de entender, conocer y vivenciar, de nuevo, que el espíritu es indiviso, pleno y uno para siempre en Dios.

KHAAM-EL




¡Bendiciones!
Nada hay imposible para Dios. Confía.
¡Bendiciones!
Entra en lo más íntimo de tu ser y deja que Dios te encuentre.
¡Bendiciones!
Permítele expresarse en ti y nunca más el miedo, nunca más el sueño de la muerte.
¡Bendiciones!
Sé feliz y comparte la Vida Una del Espíritu.

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