A continuación de esta introducción adjunto el audio de una charla en la que atiendo a la idea de que nada en el tiempo puede dar nada realmente esencial, pleno y satisfactorio, porque todo en él acaba siempre en desolación y muerte. Aunque realmente la muerte no existe, mientras se siga creyendo en lo espacial/temporal y, por tanto cíclico, como nuestra realidad, la identificación con lo llamado físico (el cuerpo y sus relaciones), nos traerá reiteradamente, aunque superficialmente muestre aparentes diferencias, las mismas consecuencias e íntimas sensaciones de comienzos (euforia), desarrollos (sacrificio) cúlmenes (expectativas aún insatisfechas), declives (depresión y frustración) y finales (angustia de muerte y desaparición de todo lo efectuado)... todo se derrumba, sí, acaba y perece... los ciclos son el reino de la muerte... sólo saliendo de su atrayente pero nefasto influjo, mediante la desidentificación con el cuerpo, recobramos la consciencia de la realidad del espíritu, liberándonos de semejante infierno que pretendía buscar una salvación que no puede encontrar; sencillamente, porque el ego no conoce al espíritu, ni lo personal a lo universal... aquel (el ego) es esclavo de sus deseos de repetitiva avidez y desastre, éste (el espíritu) es libre de toda condición limitada. Dejando de buscar diferentes resultados, que partían de un mismo error de percepción separada, termina para siempre (el fin del tiempo) el inevitable desenlace de la muerte, renaciendo con consciencia presente y pura a la eternidad.
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