viernes, 26 de agosto de 2016

LO ESENCIAL ES LA CUALIDAD Y NO LA CANTIDAD *

   ¿No te has dado cuenta que el que dice tengo que despertar, alcanzar la iluminación, retornar a la unidad, ya se está separando del otro? Parece que esa disposición tiene buena intención, más está luchando. El despertar de la consciencia no es para uno de forma personal; ya que ese yo que codicia la iluminación es, sin duda, ilusorio. Ahí es donde comienza la Enseñanza Verdadera e Indivisa, que facilita la experiencia viva de unicidad, si te mantienes constante en la práctica de ver los intereses de tu prójimo como los tuyos propios (UCDM). Entonces, sí, maestro de Dios, advaitín, devoto, yogui, buscador, renunciante... (la palabra para designarlo es lo de menos), has hecho un pacto con Dios; antes, no, porque, aunque nominalmente así te considerases o consideraran, de facto no lo eras ("No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la Voluntad de mi Padre que está en los Cielos." Mateo 7,21), al no haber entregado por completo tu vida a Dios para el Perfecto Bien de todos, al seguir manteniendo la motivación de relacionarte especialmente para la obtención de tus intereses particulares.

   Uno puede decir yo quiero el despertar a la totalidad, pero mantiene un yo que lo quiere hacer a su manera. Entonces, en realidad, excluyes a tu semejante. No es una cuestión de yoes, sino de cualidad. Estamos ahondando en la cualidad, porque lo esencial es la cualidad. ¿Te has dado cuenta que la cantidad atrapa, porque tu mismo te has cuantificado? Por ahí, mediante esa actitud de juicio, es imposible despertar a la Verdad Indivisa, pues fundamentalmente te consideras  una cantidad separada. El yo se va de forma particular hacia adentro y fabrica un fuera; donde, entonces, se externaliza persistentemente, porque tiene miedo de su propia idea de separación, que ha fabricado con sus razones personales. Esa es la brecha ilusoria, la herida inexistente -pero dolorosa- que hay que sanar, el error reiterado que ha de perdonarse de una vez y para siempre. La cantidad es el ego. Un ego es muchos; por eso te has ido enclaustrando en tus intereses, aislándote de tus supuestos enemigos, encerrándote en tus razones, desconfiando de lo separado de ti y acusando de tu malestar a todos en vez de asumir la responsabilidad de tus propios pensamientos. A partir de ahí, se dice dos, tres, cuatro, cinco... más, menos, ganar, perder, vivir, morir... No, no, no, y no, jamás ha sido una cuestión de cantidad. Comprende: ¿dónde comienza y acaba el dos, o el tres, o el cuatro...? Ahí es donde comienza y se replica, una y otra vez, tu infierno. Sufres y te quemas horrorizado por el sufrimiento y la congoja, la ira y la frustración. Juzgando hay dos, tres y cuatro, de esto o de aquello, queriendo añadir de esto y restar de aquello, deseando lo que el prójimo tiene y tú careces, queriendo más porque sino piensas que pierdes, no haces más que sufrir, sacrificarte y acumular resentimientos. Te cuantificas y te cosificas, para defenderte de un enemigo imaginario por ti fabricado del que ahora desconfías. Todo eso es una ilusión, un ensueño, una pesadilla... una mundo donde cada uno por separado tiene tiene sus propios muchos y pocos, su mejores y peores, sus bueno y sus malo, sus diferencias especiales... una auténtica jungla de conflictos... un cementerio de engreídos deseos, cumplidos o no, convertidos finalmente en polvo y olvido por la codicia de tener razón a toda costa.

   Por mucho que mengues ahí afuera, en la ilusión imaginada dentro, seguirá habiendo un yo en contraposición a otros, y, un yo, es muchos... te disgregas, tienes una nariz, dos ojos, dos manos, dos pies, veinte dedos, en el mejor de los casos, muchas células, muchas neuronas, muchos glóbulos rojos, muchos leucocitos, etc, es que ego es legión. Así es, siempre, la cantidad comienza por el uno llamado yo. ese es al que hay que deshacer en la Conciencia una de Plenitud (Cristo, Krishna, Tao, Ser...) en la que lo Creado es indiviso al Creador. Refúgiate en Cristo, en Krishna... es decir confía sin titubeos en la unicidad y la eternidad, en la santidad del Espíritu... entrégale tu vida, tus cantidades, tus ilusiones, tus deseos y temores, tus esperanzas y límites, todas tus contradicciones; toda tu vida entregada por/para la Verdad... desidentificándote del ego (propio o proyectado en tu prójimo), muriendo a la muerte no temiéndola y expresando resuelto la bendición universal del perdón de todas las ilusiones, sin distraerse con cantidades, yendo a lo esencial, a la cualidad, a lo puro y pleno, y entonces comulgas con la Vida eterna de la creación, indistinta del perfecto Amor de Su Creador. Muriendo al ego ganas la verdadera vida; pero si quieres conservar tu vida personal, entonces la pierdes, porque querer conservar un yo frente al resto, te sigue manteniendo en el doloroso y absurdo sueño de las cantidades y sus aparentes separaciones, en el que nunca habrá suficiente, nunca tendrás suficiente... acumulando experimentarás siempre carencia. Puedes soñar con todos los ídolos imaginables de la abundancia, con todos los becerros de oro, y todos te van a fallar, como siempre ha sido, es y será, cuando te identificas como un yo separado del Amor (el ego), porque la auténtica abundancia está en el compartir la plenitud del espíritu.

   Vuelve a la cualidad esencial de la unicidad y descuantifícate de tus percepciones separadoras. No hay otra, sí o sí, se ha de admitir que uno, como alguien separado, es el fracaso personificado y que, haga lo que haga, irremediablemente fracasará, por muy buena intención que le ponga. Y, ahora, aquí, en este instante santo escogido libremente, comienza el plan de Dios en ti para devolverte a Él sin fisuras. Recuerda: "El Padre y el Hijo son Uno"... la soledad nacida de la ilusión de las cantidades es imposible en la unicidad del Ser: en lo interior lo infinito y en lo infinito lo interior. Despertar del tiempo y el espacio... Iluminación... Renacimiento... Plenitud... Reino de los Cielos... Tao... Nirvana... Verdad... Vida Eterna... Bienaventuranza... Paz de Espíritu... Consciencia... Amor.

KHAAM-EL



La esencia de la percepción es imperceptible.
Las paradojas acaban antes de plantearse por su carencia de significado.
Adéntrate en lo incuantificable y saldrás de lo limitado aquí y ahora.

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