viernes, 19 de agosto de 2016

JESÚS (y 1)

   "Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
   -¿Quieres quedar sano?
   El enfermo le contestó:
   -Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado.
   Jesús le dice:
   -Levántate, toma tu camilla y echa a andar.
   Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar. Aquel día era sábado.
   Y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:
   -Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla.
   Él les contestó:
   -El que me ha curado es el que me ha dicho: 'toma tu camilla y echa a andar'.
   Ellos le preguntaron:
   -¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?
   Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado. Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
   -Mira que has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor.
   Se marchó aquel hombre y dijo a los fariseos que era Jesús quien lo había sanado.
   Por esto los escribas y fariseos tenían ganas de matarlo; porque no solo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.
   
   Jesús tomó la palabra y les dijo:
  -En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que quiere hacer el Padre. Lo que hace éste, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que Él hace, y le mostrará obras mayores que ésta, para vuestro asombro. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. Porque el padre no juzga a nadie, sino que le ha confiado al Hijo todo el juicio, para que todos honren al Hijo como honran al padre. El que honra no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió. En verdad, en verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree en el que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida. En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán. Porque, igual que el padre tiene vida en Sí Mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en Sí Mismo. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio.
   Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí. Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envión, Él Mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que Él envió no lo creéis. Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese si lo recibiréis. ¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?".

                                                                                                               Evangelio de Juan, 5




Jesús resucitado, el Cristo, vive en tu interior, ahora, aquí... 
escúchalo y síguelo, sin titubeos, a la Vida eterna.
Te llevará más allá de las mezquindades y abusos del mundo... 
hasta el Padre que nos hace 'no dos' en plenitud con Él.
La vida es del espíritu, no de la carne.

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