jueves, 7 de mayo de 2015

LLEGAR

 Correr y correr, con irreflexivo ímpetu, tras deseos e ilusiones; no escatimar esfuerzos ni desvelos por la consecución de objetivos, afanarse en prepararse, embellecerse, instruirse, refinarse o adquirir destreza especial, trazar sesudas estratagemas para que no halla otro competidor que pueda impedir el logro, procurar que nada sea impedimento a ese plan en el que se ponen todas las esperanzas. Sacrificio, sufrimiento y tesón, se convierten en mantras de aplauso general; pues, a toda costa, se quiere llegar. Se ansía conseguir. Se quiere triunfar. Se anhela el reconocimiento en ese mundo a la medida del deseo, en ese circo lleno de tirititeros en busca de aplauso y caja, en esa locura revestida de razonamientos que no satisfacen pero sí adormecen. Se espera aprobación en ese descomunal teatro en el que risas incongruentes, que sólo disimulan llantos profundos, son impúdicamente mostradas como dicha, en ese vivir para lo externo en detrimento de lo interno... para, una vez logrado ese peleado trofeo por la victoria, poder disfrutar de ese éxito que traerá -se supone- felicidad y descanso. Mas, todo eso es vanidad e irremediable lamento... porque dirigir la atención y la acción hacia afuera es perderse.

  Detenerse, y abandonar esa insensata carrera, es ciertamente ganar... al recobrar la paz mental. 

   Nada hay que demostrar. Nada hay que conseguir. Nada hay que adquirir o retener. A nada ni a nadie hay que batir... Esto es sanar. Esto es recuperar la cordura. Esto es salvarse de lo engañoso, y, así de nuevo, poder escuchar con claridad lo profundo, lo interno, lo sereno, lo esencial, lo en verdad congruente. 

   Lo que se busca, en realidad, no es separado del buscador.
   Lo que se pide, ciertamente, no es separado del peticionario.
   A dónde se llama, sin duda, no es separado del llamador.

  Tú, ya eres llegada. Comprende: la meta que tanto anhelabas para descansar definitivamente eras tú mismo desde el principio. Ya está consumado, pues nada te falta ni nada te sobra en la plenitud de llegar, de nuevo, a antes de todo ansioso principio deseoso de un final especial... ¡Despierta! Si, despierta a la Luz interior... El Camino te llevó de Ti hasta Ti, al deshacer a un imaginario -y pequeño 'yo'- que había creído, por un tiempo en el tiempo, en la posibilidad de los otros, de lo separado y distante; Más, ese Camino, siempre fue Verdad y Vida por su garantizada indivisibilidad primigenia. Eres en Dios... todo en Dios... Él es tu guía y sustento... Su Voluntad es la tuya... Ahora eternamente Divina Unicidad en la siempre presente llegada; tu relación con el prójimo -que experimentas uno contigo por la gracia de Él- será íntegra y bendita, en comunión, santidad y plenitud... en la indivisibilidad del Espíritu que mora en la vida una, en la inacabable e incondicional alegría del Amor.

KHAAM-EL



Quien reposa en paz en la perfecta paz del presente
ha encontrado lo intemporal
y vive en plenitud de Amor y Vida.





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